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Pese a que muchos piensan que este lácteo es un tipo de yogur, realmente se trata de una suerte de queso fresco con un contenido excesivo de azúcar. Los petit suisse han formado parte de tu infancia y de la mía desde que el mundo es mundo. Estos lácteos de color rosado y con sabor a fresa han servido para dar lustre a nuestras merendolas o para rematar, a modo de postre, la cena de muchos niños que tradicionalmente se han negado a tomar fruta. Durante mucho tiempo, de hecho, hemos pensado que no pasaba nada por desplazar el consumo de plátanos, manzanas o peras si a cambio tomábamos un yogur como éste. La cosa es que llevamos toda la vida engañados porque los petit suisse no son yogures.

Los petit suisse son (redoble de tambores) queso. Sí. Como lo leen. Y lo que es peor: tampoco son un producto saludable. "El petit suisse es uno de esos productos emblemáticos que siempre ha estado rodeado de un marketing muy bien ejecutado", explica Mario Sánchez, especialista en Tecnología de los Alimentos, divulgador y autor del blog Sefifood. Según la norma de calidad que regula el yogur en España, sólo puede considerarse como tal "el producto de leche coagulada obtenido por fermentación láctica mediante la acción de Lactobacillus bulgaricus y Streptococcus thermophilus a partir de leche o de leche concentrada". Es decir: si un lácteo no tiene estos dos bichitos (buenos), no puede considerarse yogur ni tampoco puede etiquetarse como tal.  La cosa es que el petit suisse, pese a su textura y a que contiene algunos fermentos lácticos, ni siquiera está elaborado como una de las múltiples variedades de yogur que podemos encontrar en el supermercado.

"Si estuviera elaborado como un yogur, tampoco podría denominarse yogur, sino leche fermentada, tal y como sucede con productos como Activia al no contener estos fermentos lácticos que marca la legislación", señala Sánchez. "Aquí no sucede esto porque el ingrediente del petit suisse es queso fresco, y no yogur. El problema es que como está mezclado con muchos otros ingredientes, pierde su apariencia habitual y se asemeja más a un yogur que al queso", añade. 

Originalmente, el petit suisse es un queso fresco elaborado en Francia, en la región de Normandía, que se elabora con leche de vaca, tiene una textura suave y cremosa, y que no lleva sal. Es decir, algo similar a lo que sería en España un queso fresco como el Burgo de Arias. Sin embargo, si acudimos a la lista de ingredientes de un petit suisse como el del 'súper' y a la de este queso, podemos encontrar notables diferencias. ç

"Esta diferencia se basa en el hecho de que el Burgo de Arias es solamente queso fresco, mientras que el petit suisse es queso fresco con más cosas", subraya el experto. Entre esas "cosas" destacan dos ingredientes perjudiciales para la salud: el azúcar y el almidón modificado. "El azúcar aporta sabor y palatabilidad, pero también influye en la textura, al igual que el almidón, un producto de relleno que consigue esa espesura característica del petit suisse".

Este lácteo además incorpora algunos colorantes como el ácido carmínico o la luteína, que le otorgan ese color rosáceo característico.  ¿Y la fresa? La fresa de los petit suisse casi no existe. "Lo único que llevan de fresa es un ridículo 4,7% en forma de puré, junto a un 0,6% de plátano", explica Sánchez. Sin embargo, gracias a los potenciadores de sabor y de aromas se consigue que parezca prácticamente un yogur de fresa (siendo, no olvidemos, un queso). Sin embargo, más allá de que la industria utilice un ingrediente u otro para construir un producto de estas característica, lo realmente importante es que los petit suisse, pese al halo saludable que siempre los ha rodeado, no son recomendables desde el punto de vista nutricional.

Los principales ingredientes que lo conforman (aparte de la leche) son el azúcar y la fructosa, que tal y como indica el tecnólogo, actúan como azúcares libres. "Estos ingredientes suman en algunos casos más de 13 gramos de azúcar, una burrada". Si lo que de verdad queremos es tomar un yogur saludable, lo mejor que podemos hacer es optar por el yogur de toda la vida. Tal y como han indicado distintas investigaciones, el consumo de este lácteo se ha asociado con un menor riesgo de obesidad y a un riesgo reducido de padecer diabetes tipo 2. Pero ojo, porque tal y como denunció un estudio publicado hace un año en la revista BMJ Open, la mayoría de yogures tienen una cantidad de azúcar excesiva.

  ¿Cuáles se salvan entonces? Los yogures naturales, cuyo contenido en azúcar no debe superar los 4 o 5 gramos por unidad de 125 gramos, y también los yogures griegos, que tienen una menor cantidad de azúcar y un mayor contenido de proteínas y grasas (saludables). Eso sí, tal y como apunta Miguel Ángel Martínez-González, epidemiólogo y catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra, en su libro Salud a ciencia cierta (Planeta), en ningún momento el consumo de yogur puede sustituir a la fruta: "El efecto beneficioso [de los probióticos] se pierde si se utiliza el yogur para sustituir la fruta". 

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